RESUMEN PRIMERA MITAD
DEL LIBRO
“BIOÉTICA Y ACCIÓN
SOCIAL”
BIOÉTICA
Y ACCIÓN SOCIAL.
¿QUÉ ES ÉTICA?
La
“ética” proviene del griego ethos, que significa modo de ser. Ethos es lo
contrario de páthos, que tiene que ver con todo aquello que nos ha sido dado
por la naturaleza, que hemos recibido pasivamente.
La
ética es la parte de la filosofía que reflexiona sobre las cosas que hacemos,
sobre su fundamentación y sobre los valores que nos damos; mientras que la
moral es la doctrina práctica que ordena comportamientos concretos.
Hablar
de ética y felicidad no es nuevo en la filosofía. En el contexto actual existe
una desvalorización del deber como mecanismo por el cual nos movemos. No
imaginamos una vida sin valores y tampoco imaginamos una vida sin apuesta por
la felicidad. Diego Gracia, postula que la felicidad del hombre es su único
deber absoluto, de forma que el bien moral consiste en la apropiación de
posibilidades en orden a la autorrealización personal, a la perfección y a la
felicidad.
Si
admitimos que la felicidad tiene que ver con la plenitud del ser, la felicidad
y la ética no son caminos contrapuestos, sino más bien al contrario.
Por
todo ello, hablar de ética es hablar de bien común, de felicidad para todos los
hombres y mujeres y, por tanto, hablar de compromiso y de construcción de
comunidad.
Hoy
día es más crucial que en ningún otro momento de la historia dar impulos a la
dimensión global de la ética; o más bien, promover una ética global, una ética
mundial que pueda erigirse como sistema de coordenadas éticas y tenga en cuenta
al ser humano como ser responsable que no puede eludir la responsabilidad en
relación a otros.
Con
ello se fortalece la necesidad de abrir el camino de la construcción
comunitaria desde una bioética global en la que lo social, en cuanto a
preocupación por el desarrollo integral de todos los miembros de la comunidad
humana, adquiera una relevancia fundamental. La felicidad personal pasa
necesariamente por el compromiso social para construir el proyecto de felicidad
ciudadano y universal.
Es
importante destacar que la ética de la responsabilidad se contrapone a la ética
de la convicción; la ética de la responsabilidad es más racional, frente a la
ética de la convicción, más emocional. Los valores desempeñan un valor
fundamental en nuestras vidas, y son, en su mayor parte, emocionales,
irracionales, por lo que deben ser controlados por la razón.
La
ética de la responsabilidad, entonces basará su racionalidad en buscar fines
racionales con medios adecuados, mientras que la ética de la convicción está
dirigida por valores.
A
lo largo de los últimos veinte años, rescatamos un concepto previo a la
solidaridad, el de ciudadanía, para, a través de él, llegar al compromiso
universal, a la solidaridad. De este modo lograr la ciudadanía universal para
todos los hombres y mujeres de la Tierra supone, necesariamente, conseguir la
ciudadanía social, y por tanto, distribuir los bienes sociales a todas las
personas, porque todas ellas son dueñas de tales bienes, siendo éste el más
elemental principio de justicia. En el terreno social, aquello a lo que
denominamos “solidaridad” ha cambiado; se ha pasado, del compromiso de carácter
político, a un compromiso en el que la sensibilidad y la compasión, el carácter
humanitario y humanista, se han desplegado con toda su potencia.
Joaquín
García Roca, en su obra Solidaridad y Voluntariado, hace referencia a la
necesidad de recrear la relacion entre la acción movida por la gratitud y la
acción movida por el interés, ya que se ha identificado al voluntario/a con la
persona altruista, desinteresada, movida fundamentalmente por un impulso de
gratuidad, de amor en definitiva.
Vivimos
en medio de una inflación y hemorragia generalizada del concepto de
solidaridad, el cual se utiliza tanto para cambiar el orden social vigente como
para comenzar una guerra. Por ello podemos acercarnos a la solidaridad desde
dos puntos de la cultura: desde la cultura de la solidaridad hegemónica o desde
la mirada de la contracultura de la solidaridad marginal o incipiente.
Si
entendemos la solidaridad como contracultura, es importante buscar un nuevo
pacto ético para la humanidad, situando a las personas excluidas en el centro
de la práctica social. La solidaridad también nos lanza a un recorrer la
distancia que nos separa del otro/a en cuanto diferente de nosotros.
La
solidaridad supone esa mirada nueva con la que reconocemos la dignidad que late
en todo ser humano por el hecho de serlo. La dignidad humana significa, así, el
valor interno e insustituible que le corresponde al hombre y a la mujer en
razón de su ser. Podemos decir que la solidaridad nos obliga desde la propia
condición humana, que supone compartir este planeta y sobrevivir juntos,
procurando mejorar las condiciones de vida de todos.
Como
conclusión, podemos decir que la solidaridad, nacida del compromiso del ser
humano con el ser humano, nos remonta a la propia dignidad y a lo que es inherente
a la condición humana.
ÉTICA Y ACCIÓN
SOCIAL.
Al
acercarnos al término “acción social”, nos encontramos con diversidad de
conceptos próximos y definiciones.
La
diferencia fundamental entre la acción social y la acción benéfica seria, así,
el protagonismo del hombre o la mujer destinatarios de la acción. La acción
benéfica seria paternalista y, como tal, supone que el agente social es el que
sabe y el que puede, frente al paciente que recibe la ayuda.
La
acción social apuesta por la promoción de la persona, considerándola sujeto de
su propio desarrollo, reconociéndola llena de posibilidades que le capacitan
para salir de la situación de vulnerabilidad o exclusión en que se encuentra.
Por
otra parte, a partir de la perspectiva comunitaria y territorial, se introdujo
el concepto de Accion de Base como aquella actividad que se orienta hacia el
conjunto de la población residente en un territorio, para tratar de dar
respuesta a las necesidades individuales y colectivas de esta población; o el
término de Atención Primaria, refiriéndose a dar respuesta a las necesidades,
pero conectándola con la mejora de la calidad de vida y la apuesta por la
modificación de las estructuras.
La
acción social incluye a veces acciones que tienen que ver con la asistencia
clásica, ya que responden a la necesidad de subsistencia de la persona. El
agente social comprende que, si no están resueltas las necesidades primarias,
difícilmente se puede plantear la autorrealización.
En
definitiva, asistencia y promoción dan lugar a un itinerario en el que la
inserción es el siguiente escalón y se concibe como un proceso educativo y de
socialización de tipo global e integral; un camino en el cual la persona o
grupo avanza hacia la autonomía personal y logra el acceso a un nivel y calidad
de vida dignos.
La
pobreza es una limitación que genera exclusión. Una situación de expulsión al
margen, de no participación social, de no inclusión social. La pobreza es
especifica de cada situación, grupo o colectivo humano. De forma que acercarse
a la pobreza supone hablar de deficiencia o déficit en el reconocimiento de los
derechos de la persona y no sólo de carencia económica. La acción social tiene
ante sí el reto de realizar un verdadero desarrollo comunitario, desde un
talante educativo y generador de una conciencia crítica, es decir, dando lugar
a espacios de intercambio y de comunicación.
En
la intervención social, la perspectiva que subyace es educativa: la de
compañeros de viaje, más que la de salvadores de nadie. Compañeros no pasivos,
sino escuchantes, motivadores, propositivos, respetuosos. El acompañamiento del
proceso de inserción social viene a ser nuestra principal preocupación.
El
agente social no queda fuera del proceso de atender, asistir, intervenir,
acompañar. El agente social se cuestiona sus motivaciones y profundiza en la
búsqueda de la autenticidad. El agente social no permanece impasible en la
acción, sino que es “sanador herido” que no se despoja de su condición humana,
en la que lleva consigo carencias y posibilidades.
¿QUÉ ES BIOÉTICA?
La
bioética tiene sus raíces en la ética médica tradicional, centrada en la
relación médico-paciente, aunque su expresión data de la década de los setenta.
Entonces se presenta como una rama del saber que se sirve de las ciencias
biológicas para mejorar la calidad de vida y que reflexiona en torno a los
retos que plantea el desarrollo de la biología a nivel medioambiental y de
población mundial; pero también como ciencia que combina el conocimiento
biológico con el conocimiento de los sistemas de valores humanos.
Desde
el punto de vista etimológico, el término “bioética” se refiere a la reflexión
y acción ética sobre la vida en sus diversas manifestaciones.
CONTEXTO HISTÓRICO
DE LA BIOÉTICA.
El
nacimiento de la bioética, que tiene lugar en la segunda mitad del siglo XX, es
caracterizado por el progreso científico y tecnológico en el terreno de la
biomedicina. La preocupación por la justicia y la igualdad, la lucha contra la
discriminación racial, los movimientos pacifistas, y los movimientos de
liberación de América Latina y de África…constituyen el ámbito sociopolítico y
cultural en el que la bioética ve la luz. Del mismo modo es destacar que la
bioética se ha dejado influenciar por la teología, ayudando y profundizando en
las cuestiones de sentido, relacionadas con la fragilidad de la vida humana,
con el sufrimiento y con la muerte, con las cuestiones de justicia, y con la
preservación del un mundo mejor para todos los seres humanos.
Un
ejemplo claro fue el experimento de Tuskegee. Este experimento surgió para
investigar la historia natural de la sífilis, y para ello se utilizó a
cuatrocientos varones de raza negra. Este estudio suspuso un engaño para estos
cuatrocientos hombres y creó un escándalo que fue crucial para la aparición de
una Comisión de Bioética, con el fin de identificar principios éticos generales
que sirvieran para orientar la investigación en seres humanos. De ahí surgió el
Informe Belmont, en 1976, que identificó tres principios fundamentales: el respeto
por las personas, la beneficencia y la justicia. La bioética nace en Estados
Unidos y reunía dos características fundamentales de la sociedad de aquella
época:
a-
El respeto a la autonomía del individuo.
b-
Cuestionar la autoridad médica y alejar al médico de
la cabecera del paciente para convertirlo en un técnico frío y
despersonalizado.
Hoy
día fenómenos como la irrupción del SIDA, la distribución de los recursos
médicos y sanitarios, la globalización y las cuestiones transculturales han
provocado una mayor atención al principio de justicia, que había pasado a un
segundo término ante la autonomía. La justicia y la dimensión comunitaria y
social pueden ser, sin duda, la preocupación más importante de la bioética del
nuevo milenio.
BIOÉTICA EN LA
ACCIÓN SOCIAL.
El
interés de la bioética se centra sobre todo en lo que tiene que ver más con lo
individual, para avanzar hacia lo que nos compromete desde el ámbito más
global.
Uno
de los principales riesgos de no promover el binomio bioética/acción social es
que los problemas éticos de los que más frecuentemente se ocupa la bioética no
consideren los aspectos sociales.
Hace
ya varias décadas que se está reflexionando sobre la misión de la medicina,
considerando que ésta no debe ser una ciencia dedicada exclusivamente a lo
asistencial, sino que ha de promover la salud, prevenir la enfermedad y ahondar
en la perspectiva holística del ser humano. El concepto de salud, de hecho, se
ha trasformado y ahora requiere la consideración de los siguientes aspectos:
-
La salud física
-
La salud mental
-
La salud emocional
-
La salud relacional
-
La salud valórica y
espiritual.
A
todos los aspectos de la salud, ha de prestar atención la medicina, y además es
necesario el enfoque multidisciplinar de la enfermedad del ser humano y la
prevención y promoción de su salud y de la comunidad en que vive.
En
clave interdisciplinar, el trabajo social y la medicina pueden relacionarse,
evitando la excesiva sanitarización del concepto de salud y dando más
protagonismo a la intervención sobre los factores psicosociales y políticos
como promotores de la salud.
Se
considera pues que la relación entre bioética y la acción social contribuyen
humanizar la bioética; por una parte impregnando el análisis de los
problemas clínicos de la dimensión social; por otra, al introducir nuevos
problemas bioéticos que se producen en los ámbitos de trabajo y que tienen como
destinatarios a las personas más vulnerables y empobrecidas.
DELIBERACIÓN
MORAL EN LA INTERVENCIÓN SOCIAL. LOS PRINCIPIOS DE LA BIOÉTICA EN LA ACCIÓN
SOCIAL
1.
LOS PRINCIPIOS:
El
informe de la Comisión constituida para definir algunos principios de la
Bioética, conocido como <<Informe Belmont>> (1975), identificó tres
principios fundamentales: 1) respeto por las personas; 2) beneficencia
(incluyendo, la obligación de no hacer el mal, como la de promover el bien
ajeno); 3) justicia.
Beauchamp y Childress elaboran en 1979 la <<teoría de los cuatro
principios>>.
El
principio de beneficencia corresponde al experto, el principio de autonomía al
cliente, y el principio de justicia se relaciona con la sociedad.
1.1 El principio de respeto de la autonomía, o
principio de respeto a las decisiones autónomas.
Se
refiere a la capacidad de autogobernarse que tienen las personas, libres tanto
de influencias externas que los controlen como de limitaciones personales que
les impidan hacer una verdadera opción. Hablar de autonomía es tomar en cuenta
dos condiciones esenciales:
a) la libertad;
b) ser agente.
Beauchamp y Childress hablan
de las acciones autónomas, las cuales se definen en función de los agentes, que
actúan, 1) intencionadamente, 2) con conocimiento (o comprensión), y 3) en
ausencia de influencias externas que pretendan controlar y determinar el acto.
El principio de respeto a la
autonomía también implica en positivo. Y por tanto activo. Como refiere F.J.
Bermejo, el respeto a la autonomía de la persona con la que establecemos la
relación profesional no puede ser entendido como dejación de responsabilidades
por parte del agente, sino que constituye un valor en sí mismo y supone,
además, que el protagonista en cuestión tiene el derecho y la obligación de
colaborar en la resolución de sus propios problemas. Según el principio de
competencia, Beauchamp y Childress definen que <<un individuo es
competente para tomar una decisión si es capaz de entender la información
material, hacer un juicio sobre dicha información tomando como base sus valores
personales, pretender alcanzar un determinado objetivo y exponer sus deseos
ante sus cuidadores o investigadores>>.
Valorar
la competencia no es sencillo, ya que personas que normalmente son competentes,
pueden no serlo en un momento de presión emocional. No obstante el profesional
de la ayuda está obligado a restaurar en lo posible la competencia de la
persona que se enfrenta a una decisión.
1.2 El principio de no maleficiencia
Este
principio afirma esencialmente la obligación de no hacer daño
intencionadamente. Pero ¿Qué es el daño?, Beauchamp y Childress utilizan el
concepto de daño físico para hablar de principio de no maleficencia, incluyendo
el dolor, las incapacidades y la muerte.
El
principio de no maleficencia se refiere a los daños atribuibles a la voluntad
humana y que implican una violación de los legítimos derechos e intereses de
una persona. Este principio hace referencia a reglas como <<no
matar>>, <<no causar dolor o sufrimiento>>, <<no
ofender>>, etc.
Por
último, Beauchamp y Childress recogen el criterio de cuidado debido, como una
especificación del principio de no maleficencia en el caso de exposición a un
riesgo.
1.3 El principio de beneficencia
Significa
<<hacer el bien>>. Con este principio afirmamos que la vida moral
va más allá de las exigencias del respeto a la autonomía ajena y de la no
maleficencia. La beneficencia nos exige realizar actos positivos para promover
el bien y la realización de los demás, más allá de no hacerles daño y respetar
sus decisiones autónomas.
Beauchamp
y Childress examinan dos principios bajo el título de beneficencia: el
principio de la beneficencia positiva, que nos obliga a actuar benéficamente a
favor de los demás, y el principio de utilidad, que exige que los beneficios y
los inconvenientes estén equilibrados. Este principio de utilidad no se
identifica con el utilitarismo; es decir, se le podría llamar también principio
de proporcionalidad.
Los
autores citados distinguen entre beneficencia, que se refiere a <<una
acción realizada en beneficio de otros>>, benevolencia, referida a
<<la virtud de estar dispuesto a actuar en beneficio de otros>>, y
el principio de beneficencia en sí, que se refiere a <<la obligación
moral de actuar en beneficio de otros>>.
Podríamos decir que muchos actos de beneficencia son supererogatorios, es
decir, no son obligatorios.
Nos
adentramos, por tanto, en el principio de beneficencia considerando que existe
una obligación general de ayudar a los demás a promover sus intereses legítimos
e importantes; y que el límite entre dicha obligación y el ideal moral es
difícil de establecer, al mismo tiempo que consideramos que una vida moral sin
algún tipo de beneficencia sería una pobre vida moral.
¿Cuáles
serán, entonces, las diferencias entre beneficencia y no maleficencia? Desde la
obra de Beauchamp y Childress, J.J. Ferrer y J.C. Álvarez, exponen que las
normas morales basadas en el principio de no maleficencia son prohibiciones
negativas, se deben obedecer imparcialmente y dan o pueden dar pie para el
establecimiento de obligaciones sancionadas por la ley. Esto significa que el
principio de no maleficencia prohíbe hacer el mal universalmente. Sin embargo,
sería imposible actuar beneficentemente para con todas las personas y en todos
los casos.
También
estos autores establecen los conceptos de beneficencia específica y general,
para dar una diferencia más clara entre beneficencia y no maleficencia. La
beneficencia específica se dirige a grupos específicos. La beneficencia general
es mucho más exigente, ya que obliga a actuar imparcialmente para promover los
intereses de las personas, más allá de las relaciones que existan entre ellas.
Por tanto, podemos decir que la beneficencia general sería el comienzo de la
excelencia moral.
Por ello, y utilizando palabras de Judith Thompson, los autores creen que, en
definitiva, el principio de beneficencia nos obliga a ser <<samaritanos
mínimamente decentes>>, o lo que es lo mismo, podemos considerar que
existe un continuum entre la beneficencia y el ideal moral; pero, aun así,
estamos obligados a hacer lo máximo posible por el bien de la otra persona.
El
conflicto más claro que podemos encontrar en torno al principio de beneficencia
es el paternalismo, que tiene lugar cuando el bien que consideramos exigible
actúa en contra de la voluntad o la autonomía del interesado. El paternalismo
es <<la desautorización intencionada de las preferencias o acciones de
una persona, donde la persona que las desautoriza justifica su acción con el
propósito de beneficiar o evitar el daño a la persona cuya voluntad está
desautorizando>>.
1.4. El principio de justicia
El
principio de justicia tiene que ver con el trato igualitario, equitativo y
adecuado a la luz de lo que se debe a las personas o es propiedad de ellas.
<<Una situación de justicia se presenta siempre que las personas son
acreedoras de beneficios o cargas a causa de sus cualidades o circunstancias
particulares, tales como causar daño o haber sido dañados por los actos de otra
persona. Quien tiene una exigencia válida basada en la justicia tiene un
derecho y, por tato, se le debe algo>>.
Así,
cuando una persona le corresponden beneficios o cargas en la comunidad, estamos
ante una cuestión de justicia. La injusticia supone quitar a alguien aquello
que le era debido, que le correspondía como suyo, bien sea porque se le ha
negado su derecho o porque la distribución de cargas no ha sido equitativa.
La
definición de justicia se remota a Ulpiano, <<la justica es la contante y perpetua voluntad de dar a cada cual su
propio derecho>>.
<<Sin una justicia que asegure la igualdad
básica de oportunidades de todos en la vida social, la autonomía se vuelve
retórica>>.
Es
urgente profundizar en el principio de justicia y en la necesidad de priorizar
de nuevo la justicia por encima de otros principios. La realidad habla por sí
sola: la existencia de una diferencia cada vez mayor entre ricos y pobres.
F.J.
Bermejo, en referencia al principio de justicia, reclama una reflexión
detenida, como individuos y como colectivos, con respecto a las dimensiones
políticas del trabajo.
Tres
grandes retos en el camino de la justicia en la Acción Social:
-
Buscar nuevas
formas de trabajar por la justicia o reflexionar y argumentar desde nuestro
quehacer la nueva forma de apostar por una justicia global en el siglo XXI.
-
Transcender el
sentido de justicia clásico, reformulando la justicia como principio
articulador de la Acción Social, pero también de nuestra forma de ser hoy
hombre y mujeres más plenos.
-
Preguntarnos
constantemente por la dimensión política de nuestro trabajo social,
cuestionándonos si realmente podemos hacer más individual y colectivamente, en
la defensa de los interesas de las personas atendida.
* 1.4.2. Algunas
reflexiones e interrogantes desde el respeto al principio de justicia en la
intervención social.
Analizar
el principio de justicia en el ámbito de la intervención social exige, d
entrada, considerar que este principio constituye la razón de ser de muchas de las organizaciones que persiguen
un mejor reparto de los beneficios sociales, a fin de que alce a los más
empobrecidos.
La
fidelidad al principio de justicia en las ONGs que se dedican a la Acción
Social obliga a mantener la reflexión abierta, sin olvidar la acción, sabiendo
que la acción es lo que da la credibilidad necesaria, y al mismo tiempo
generando ámbitos de pensamiento, reflexión y autocrítica.
II. A LA BÚSQUEDA DE UN MÉTODO
1.
METODOLOGÍA DE LA DELIBERACIÓN
Diego
García, el objetivo de la deliberación es resolver los problemas concretos,
respetando los sistemas de valores, a base de argumentaciones racionales.
Deliberar no evita los conflictos, ni supone llegar siempre a un acuerdo. Sin
embargo, deliberar en común es ese intento racional por afrontarlos.
Para
deliberar necesitamos un procedimiento.
Diego
García, la prudencia no alza sino probabilidad. La toma de decisiones tiene
lugar en condiciones de incertidumbre.
Nadie
discute ya la importancia de la formación de los profesionales en la toma de
decisiones morales.
Una
vez que admitimos este previo, hemos de buscar un método, que significa buscar
un mapa que indique cuál es la ruta a seguir en orden al logro de un
determinado objetivo.
1.1. Teoría de
la decisión racional
H. Brody, en
una de sus obras, realiza uno de los primeros intentos de aplicar los
principios de la teoría de la decisión
racional a la ética médica. En ella distingue cuatro pasos.
El primer paso
de su procedimiento es percibir que existe un problema moral e identificarlo.
Éste constará de dos ingredientes:
a.- La posibilidad real entre cursos distintos.
b.- Que la
persona involucrada sea capaz de valorar de modo significativamente distinto
cada curso de acción o sus consecuencias.
Conocidas las
alternativas, ha de elegirse una de ellas como el curso de acci´çon más
correcto. La elección que se ha realizado se formula con la estructura de un
juicio ético. Sus tres ingredientes fundamentales son:
a.- Qué es lo
que se debe hacer.
b.- Quién lo
debe hacer.
c.- Las
condiciones en las que el juicio es aplicable.
El siguiente
paso será determinar las consecuencias
que se sin que de la decisión, y estas consecuencias pueden ser próximas o
remotas. Sabiendo que no podremos evaluar todas las consecuencias, nuestra
misión estará reducir la incertidumbre a proporciones manejables, y tener
siempre en cuenta que hemos considerado las principales consecuencias.
El momento
posterior es comparar cada consecuencia con el propio sistema de valores: ¿me
provoca malestar emocional?; ¿a qué se debe? El método busca poner en evidencia
si existe discordancia entre la decisión tomada y los valores guía de la
persona que decide.
Aquí no acaba
el procedimiento, ya que no está completo hasta que investiguemos todas las
alternativas posibles y busquemos las inconsistencias de la decisión que hemos
tomado. Se trata de ponderar.
1.3. El principialismo
como método para deliberar
T.L.
Beauchamp y J.F. Childress establecen un procedimiento para la resolución de
conflictos éticos, basado en cuatro principios.
a).
Los principios de prima facie son:
- Automía
- Benefiencia.
- No maleficiencia.
- Justicia.
b).
Principios reales y efectivos.
- Hay que
jerarquizar los principios prima facie
en conflicto, a la vista de la situación concreta.
- Para ello
conviene llegar al consenso de todos los implicados.
- Ése es el objetivo de los llamados Comités
Institucionales de Ética.
Los
principios son muy generales. Es necesario especificarlos y ponderarlos para
que sirvan como orientaciones concretas para la vida moral.
La
especificación consiste en la necesidad de desarrollar, a través de normas, los
principios, de manera que éstos se puedan conectar con la vida moral práctica.
Los
cuatro principios definidos por Beauchamp y Childress representan, hoy por hoy,
<<los “juicios ponderados” más
sólidos y generales, con un amplio consenso social, para fundar el edificio de
una teoría ética>>.
En
la búsqueda de una metodología de la liberación es interesante establecer una
jerarquía entre los principios. Diego García, en el primer nivel estarían los
principios de no maleficencia y justicia, cuyo cumplimiento puede ser exigido
incluso de forma coactiva, mientras que en el segundo se incluyen los
principios de beneficencia y autonomía.
1.4. El procedimiento propuesto por Diego García.
Diego García considera que
existe un nivel disciplinario, en el que encontramos una especie de derecho
humano fundamental del que deberían todos los demás. Este derecho, viene a
decir: <<todos los seres humanos
somos iguales y merecemos igual consideración y respeto>>.
Este nivel disciplinario es lo
que se denominan <<mínimos morales>>, y en ellos podemos encuadrar
dos principios; la no maleficencia y la justicia: el primero, aplicado a la
vida biológica, y el segundo a la vida social.
Existe, otro nivel que no sería
<<disciplinario>>, que
tiene que ver con la particularidad de cada hombre y su autonomía y que supone
que la persona elabora su propio proyecto de vida y aspira a la felicidad. En
este nivel estarían los principios de autonomía y beneficencia. La autonomía es
entendida como capacidad de autorrealización. La beneficencia se refiere a lo
que resulta bueno y beneficioso para una persona, según su propio ideal.
Para explicar el método que
propone exponer previamente en qué consiste la estructura de la racionalidad
ética y cómo se llena de contenidos. Para ello utilizaremos la metodología del
interrogante.
¿Qué es el sistema deferencia
moral?
El sistema de referencia moral
es el ideal al que tendemos, aunque no lo consigamos; es el ideal de toda
explicación racional posible. El respeto a todos los seres humanos es nuestro
sistema de referencia moral, que hoy en día no es una realidad, pero sí es
a lo que tendemos y nos sirve de
referencia.
¿Qué es un esbozo moral?
El esbozo moral es una creación
mental, una hipótesis, una suposición que tenemos que verificar con la razón.
Elegiremos las hipótesis o esbozos morales que mejor se ajusten a l sistema de
referencia moral. Los esbozos morales son, por tanto, deontológicos, tienen en cuenta los principios para su formulación.
¿Qué es la experiencia moral?
Es el momento de concreción de
la vida moral en el que las hipótesis morales toman forma material, y suponen
una acción concreta en un contexto concreto. La experiencia moral no es, por
tanto, matemática, y siempre es personal. La experiencia moral es casuística, y
es donde encontramos las excepciones a los esbozos morales, en función de las
consecuencias de poner en marcha una y otra acción. Es por tanto, teleológica, esto es, que tiene en
cuenta los fines.
¿Qué es la justificación moral?
La explicación y argumentación
sobre porqué se toma una decisión moral u otra es la justificación. Se produce
al final del procedimiento, y podemos decir que hay una relación muy estrecha
entre razón metódica y justificación, ya que sin método no hay justificación.
¿Cuáles son los pasos de la
metodología ética, según Diego García?
A.
El sistema de
referencia moral (ontológico):
-
La premisa
ontológica; el hombre es persona y, en cuanto tal, tiene dignidad y no precio.
-
La premisa ética:
en tanto personas, todos los hombres son iguales y merecen igual consideración
y respeto.
B.
El esbozo moral
(deontológico):
-
Nivel 1: no
maleficencia y Justicia.
-
Nivel 2: Autonomía
y Beneficencia.
C.
La experiencia
moral (teleológica):
-
Consecuencias
objetivas, o de nivel 1.
-
Consecuencias
subjetivas, o de nivel 2.
D.
Verificación moral
(justificación):
-
Contraste el caso
con la regla, tal como se encuentra expresada en el esbozo (paso II).
-
Compruebe si es
posible justificar una <<excepción>> a la regla en caso concreto
(paso III).
-
Contraste la
decisión tomada con el sistema de referencia, tal como se encuentra expresado
en el primer punto (paso I).
-
Tome la decisión
final.
2. APLICACIÓN DE LA DELIBRACIÓN A UN CASO DE
INTERVENCIÓN SOCIAL.
Los
pasos a seguir son los siguientes:
-
Recogida de datos:
bio-psico-sociales.
-
Discusión de
problemas: solicitar información- hacer preguntas.
-
Informaciones a
solicitar.
-
Identificación de
problemas.
-
Clasificación de
problemas en presentes, pasados y futuros.
-
Análisis del
problema seleccionado.
-
Árbol de cursos de
acción.
-
Análisis ético de cada
uno de los cursos.
-
Juicio moral.
BIBLIOGRAFÍA:
- Bermejo Barrera, J. C., Belda, Rosa Mª. Bioética y acción social (pp. 1- 97). Sal Terrae: Barcelona. 2006.